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Un Día de Confusión y Tristeza en el Negocio Donostiarra de la Familia de Raúl Montero - Deusto Knowledge Hub Explorer

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Un Día de Confusión y Tristeza en el Negocio Donostiarra de la Familia de Raúl Montero - Deusto Knowledge Hub Explorer
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Un día de confusión y tristeza en el negocio donostiarra de la familia de Raúl MonteroHit i .:msririOl EULa cafetería que regentan los padres de Raúl Montero en la calle Urdaneta cerró las puertas después de conocerse el suceso. sarasantosUn representante de Swiftair se desplazó a San Sebastián para informara los padres del tripulante:: ELENA VIÑASSAN SEBASTIÁN Habían oído la noticia a través de la televisión y el nombre de la compañía aérea ya les hizo augurar los peores presagios. «No es de las que suelen salir habitualmente en los medios de comunicación», señalaban Julia Rodríguez e Isidro Montero. El matrimonio se encontraba en su negocio, una cafetería-panadería situada en la calle Urdaneta, en pleno centro de San Sebastián, cuando un representante de Swiftair recién llegado de Madrid se personaba, poco después del mediodía, en el establecimiento para preguntarles si eran los padres de Raúl Montero.«En ese momento ya me he puesto en lo peor. Pensaba que iba a decirme que estaba muerto, pero me ha tranquilizado. Nos ha dicho que tenemos que mantener la esperanza, que puede que se trate de un aterrizaje forzoso o de un secuestro, porque suele ser muy habitual en esa zona. Aún no nos pueden proporcionar más información. Dicen que, si pasa algo malo, seremos los primeros en saberlo, que todavía tienen que inspeccionar el lugar, aunque no va a ser nada fácil, porque se trata de una extensión tan grande como toda España», comentaban.La vida de Julia e Isidro quedaba a partir de entonces en suspenso. No podían dejar de pensar en el mayor de sus dos hijos, un joven de 28 años que siempre había sentido pasión por volar. «Tenía muy claro que ésa tenía que ser su profesión. Le hacía feliz», indicaba la pareja.La noche anterior a la desaparición del vuelo en el cielo de Malí habían estado hablando con él sobre el viaje que le esperaba esa misma mañana. «Sabíamos que tenía que salir temprano, hacia las cinco y media, y cuál era su ruta. Por eso nos hemos puesto tan nerviosos nada más oír la noticia. Enseguida hemos pensado que podía ser su avión», confesaban.«Es una pesadilla»«Esto no puede estar pasando. Es una pesadilla. No puedo con esta incertidumbre. Qué angustia no saber nada...», repetía Julia. Ni ella ni su marido se atrevían a moverse de su tienda. «Preferimos estar aquí que marcharnos a casa y estar dándole vueltas a la cabeza con qué habrá podido pasarle», decían.Pegados al teléfono, seguían la última hora sobre el avión desaparecido a través de varios canales de televisión. Los clientes habituales que entraban a comprar el pan o atomarse un café, como cualquier otra mañana, se percataban de inmediato de que algo no marchaba bien. Faltaban las sonrisas de Isidro y los detalles siempre cariñosos de Julia. Cuando alguien se atrevía por fin a preguntar qué les sucedía, la mujer ya no dudaba en responderles: «Mi hijo va en el avión que ha desaparecido. No sabemos nada». Minutos después de las tres y media de la tarde, el canal 24 horas de TVE daba la noticia. Un funcionario del Gobierno argelino confirmaba que el avión se había estrellado. Julia e Isidro rompían a llorar. «No puede ser», se lamentaban. El teléfono comenzaba a sonar. Al otro lado, una persona que, al parecer, aseguraba llamar en nombre el Ministerio español de Defensa les aconsejaba desplazarse lo antes posible a la capital española.«Dice que han organizado una reunión para los familiares esta misma tarde (por la de ayer). Le he preguntado si eso significa que mi hijo está muerto, que si es verdad queel avión se ha estrellado como dicen en la televisión, y me ha dicho que todos los indicios apuntan a que es así, pero que no lo pueden saber todavía con certeza», explicaba Julia sin poder contener las lágrimas. La angustia y los nervios se apoderaban de los padres del tripulante de cabina. Las llamadas se sucedían, añadiendo más desconcierto a la situación. Mientras unas fuentes afirmaban que el avión se había estrellado, otros les aseguraban que continuaban aún sin novedades y«Siempre había querido volar»PERFILDesde muy joven, Raúl Montero quiso trabajar como tripulante de cabina. «Era su ilusión», asegura su madre:: ELENA VIÑAS SAN SEBASTIÁN Cariñoso y dispuesto a ayudar en todo momento. Así define Julia Rodríguez a su hijo Raúl. El donostiarra, de 28 años de edad y vecino del barrio de Larratxo, quiso desde muy joven dedicarse a la que actualmente es su profesión, tripulante de cabina. «Siempre había querido volar. Era su ilusión», aseguraba su madre. «Desde pequeño hemos viajado con él por muchos países y le encantaba», añadía.Raúl estudió en el colegio Mundaiz, donde sobresalió por sus buenas notas. «Fue durante tres años el mejor estudiante de su curso», recordaba Julia. Cuando finalizó la Secundaria, se matriculó en la Universidad de Deusto, donde en 2007 se diplomó en Turismo. Continuaba teniendo claro hacia qué especialidad quería encaminar su carrera y en 2012 se tituló como tripulante de cabina de pasajeros. «Era lo que quería hacer desde el principio», declaraba su madre.En los últimos años había trabajado en varios hoteles donostiarras. Entre ellos, el Zaragoza Plaza y el Hotel Record. Según explicaba Julia, «era un trabajo que también le gustaba y estaba contento, pero prefería volar. Decía que no tenía sentido estar en un mostrador, siempre quieto, cuando podía ir a otros lugares del mundo y más sabiendo varios idiomas como era su caso. En su compañía era el único que dominaba el francés y ahora estabaque únicamente podían darlo por desaparecido.Al establecimiento llegaban más clientes, otros comerciantes del barrio, familiares y amigos que se iban enterando, poco a poco, de lo sucedido. Todos trataban de arropar a una familia desconsolada, de prestarle su apoyo en medio de la confusión de informaciones que no hacían sino alimentar sus miedos.Aferrarse a la esperanzaJulia se aferraba a la esperanza. «Si finalmente ha sido un secuestro, volverá a casa tarde o temprano, y si el avión se ha visto obligado a realizar un aterrizaje forzoso, Raúl estará animando ahora mismo a los pasajeros. Conociéndole, les estará ayudando para que estén bien y que no pasen miedo», comentaba la madre del tripulante conteniendo las lágrimas.El representante de Swiftair regresaba poco después al local de la familia Montero. La compañía, tal y como les comunicaba, no parecía disponer de nuevas noticias sobre la aeronave. También él trataba de tranquilizar al matrimonio en medio de la confusión, aunque les reconocía que nunca antes se había enfrentado a un caso de similares características en una empresa que hasta el momento había pasado más bien desapercibida.Las ediciones digitales de varios periódicos hablaban ya de una posible localización de los restos del avión en una zona desértica de muy difícil acceso, situada entre Gao y Kidal, aunque seguían sin contar con confirmación oficial al respecto, ni de Francia ni de Malí.«No os voy a mentir. Esto no pinta nada bien. Hay que ponerse en lo peor», decía el representante de la compañía aérea a la familia de Raúl. Isidro y Julia volvían a derrumbarse. En menos de cuatro horas se enfrentaban por tercera vez a la única noticia que no querían escuchar.Varios de sus familiares les acompañaron a su vivienda. Isidro trataba de calmar a su mujer. «Lo que tenga que ser, será. No podemos darle más vueltas», decía. Julia asentía con la mirada perdida. «Si le ha pasado algo, al menos nos consuela saber que ha sido feliz porque ha podido dedicarse a lo que le gustaba por encima de todo, a volar», apostillaba la mujer.iRaúl Montero se asoma al Cantábrico desde su perfil de Facebook.aprendiendo árabe. Nos contaba cómo se decían los números y algunas palabras que ya sabía».En marzo de 2013 comenzó a trabajar para Swiftair. «Estuvo seis meses seguidos. La compañía les hace vivir un mes fuera. Le tocó estar en Libia. Le impresionó mucho porque contaba cómo los niños venden en la calle pistolas y que es un país en el que no hay nada de turismo. Luego estuvo seis meses fuera de la compañía. Yo tuve un pequeño problema de salud y en ese tiempo, él vino a echarnos una mano en la panadería. No le importaba. Siempre que se tratase de ayudar, él estaba encantado de hacerlo.Swiftair volvía a llamarle la pasada primavera para reincorporarse. «Aunque también le salió trabajo en algún hotel -contaba-, prefirió marcharse. Llevaba tiempo con su novia y quería ahorrar para comprarse un piso y tener familia lo antes posible. Era su ilusión. Ahora estaba en Argelia. Le tocaba quedarse hasta octubre y ya se había despedido de nosotros porque no le íbamos a ver hasta las Navidades, pero hablábamos a diario. Anoche mismo -por el miércolesnos estuvo mandando fotos suyas y de lo que estaba cocinando para cenar». A pesar de que en uno de sus días de trabajo como tripulante de cabina Raúl había tenido que enfrentarse a una importante tormenta en pleno vuelo, no desistió de su empeño por continuar en su puesto. «No tenía miedo. Decía que era el que animaba a los pasajeros cuando lo pasaban mal», recordaba Julia.E. C.
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Elena Viñas
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2014-07-25T00:00:00
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