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Lecciones desde Escocia - Deusto Knowledge Hub Explorer

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Lecciones desde Escocia - Deusto Knowledge Hub Explorer
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Lecciones desde Escociapor Eduardo J. Ruiz VieytezEl referéndum sobre la independencia de Escocia del pasado 18 de septiembre dejó una gran disparidad de reacciones en el continente europeo. Desde muestras de admiración, respeto o incluso envidia, hasta actitudes de rechazo y posturas que consideran el proceso vivido como una irresponsabilidad política. Sin embargo, si hacemos un balance político global de lo que los europeos hemos ganado o perdido con su celebración, la evaluación es necesariamente positiva, al margen del resultado político final.El referéndum nos ha permitido saber con claridad lo que los escoceses realmente quieren sobre su posible independencia. Y eso no es poca cosa. Sin referéndum, podían haber pasado años discutiendo o elucubrando sobre si los escoceses querían o no continuar siendo británicos. Y esta incertidumbre habría generado inestabilidad política, lo que tiene sin duda un coste muy alto. Anunciar un referéndum claro sobre una cuestión que se plantea con fuerza política, dedicar un tiempo amplio al debate abierto y libre, y permitir a los ciudadanos pronunciarse aclara definitivamente el panorama y permite dedicarle los esfuerzos justos. Hoy sabemos que los escoceses no quieren la independencia, y lo saben también los propios independentistas, que no pueden quejarse de que no se les haya dado la oportunidad de convencer a sus compatriotas. Y sabemos también que, aunque minoritario, un apoyo del 44% a esta causa expresa una realidad política importante que el Reino Unido, si es un país inteligente, debe atender constitucionalmente.También hemos aprendido con este referéndum que los británicos son capaces de discutir este tipo de cuestiones, de debatirlas y decidirlas civilizadamente, y que estaban dispuestos a asumir el resultado contrario de haberse producido. Todo ello les honra y, sobre todo, habla muy bien de su cultura e inteligencia política. No cabe duda de que un independentista escocés, a pesar de haber perdido, podrá sentirse hoy día mucho más valorado y respetado en el Reino Unido que los miembros de muchas minorías nacionales de otros Estados que niegan esta suerte de debates. En este sentido, se ha repetido el modelo canadiense, pero también el de otros países que han permitido procesos similares. Algunos de ellos derivaron en la creación de nuevos Estados independientes y en otros casos, como en Quebec o en Escocia, el resultado final ha sido el contrario. Pero lo realmente importante y valioso en este punto no es tanto elresultado final, sino el proceso de camino hacia el mismo. Quienes critican la celebración de un referéndum de estas características como una imprudencia o una irresponsabilidad no sólo muestran poco respeto por los sentimientos -y opcionesde los ciudadanos, sino que infravaloran el potencial integrador y conciliador de este tipo de procesos. Algunos argumentan que un referéndum divide a una sociedad en dos partes. Pero el referéndum en sí no genera división; simplemente la mide. Un referéndum por sí mismo no tiene la capacidad de dividir a una sociedad que no albergue posiciones contradictorias. Es como pensar que uno tiene el colesterol alto porque se ha hecho un análisis de sangre y que lo más adecuado no es comer más saludablemente, sino evitar hacerse un análisis que pudiera, eventualmente, ponerlo en evidencia.En algunas sociedades se producen divisiones sobre la forma de organizar territorialmente la soberanía, su proyección internacional, la simbología, los ámbitos de decisión y otras cuestiones no menores. ¿Acaso no es la pluralidad la expresión más lógica de la libertad Sin libertad no hay opiniones diferenciadas y un referéndum, como unas elecciones, se realiza para medir, para conocer el apoyo de unas y otras opciones, sabiendo que habrá, y debe haber, opiniones y posiciones diferentes e incluso contradictorias. En esa lógica, la presunta imprudencia de convocar un referéndum habría que extenderla también a cual-Un referéndum claro sobre una cuestión planteada con fuerza, un debate abierto y permitir pronunciarse aclara el panoramaUn independentista escocés, a pesar de haber perdido, podrá sentirse hoy mucho más valorado y respetado en el Reino Unidoquier proceso electoral democrático que, por definición, dividiría a la sociedad, en vez de entenderlo como la fotografía necesaria que nos permite gobernarnos para un plazo de tiempo. Otra constatación que el referéndum escocés confirma es que en aquellos lugares en los que conviven proyectos nacionales o estatales diferentes, la estabilidad constitucional depende precisamente de dar la voz a la ciudadanía que pretende defender un proyecto alternativo al vigente. En los últimos 30 años se han creado en Europa numerosos Estados nuevos al amparo de impulsos democráticos y ninguno de ellos puede seguir calificándose hoy como una situación conflictiva. No consideramos hoy que haya conflictos nacionales o políticos sobre la soberanía de Eslovenia, Estonia, Lituania, Eslovaquia o Montenegro, ni sobre la unificación de Alemania, y tampoco consideraremos conflictiva la situación de Escocia porque el debate ha quedado cerrado al menos por una generación. Por el contrario, la inestabilidad y el conflicto se cronifican precisamente en aquellos lugares en los que se impide a la ciudadanía pronunciarse libremente sobre sus pretensiones políticas y se niega que pueda llevarlas a efecto de modo legal o consensuado. Estos casos no acaban de resolverse porque los sentimientos colectivos arraigados en el tiempo no desaparecen por mandato legal ni judicial y sólo puede ser encauzados mediante la voluntad e inteligencia políticas. Escocia ha dado a Europa una lección de participación cívica no sólo el mismo día del referéndum, sino en el proceso de debate previo y en la aceptación del resultado, demostrando que diferentes proyectos nacionales, incluso contradictorios, pueden convivir con normalidad en una sociedad democrática. Y el Reino Unido ha demostrado ser un Estado abierto a su propia revisión si los ciudadanos lo quieren, ajeno a los dogmatismos nacionales primordialistas y abiertamente plurinacional. Este referéndum debe servir para entender mejor cómo afrontar las divergencias políticas y conseguir estabilidad en una situación potencialmente conflictiva. La democracia no es éste o aquel resultado final, sino sobre todo un camino de conocer la opinión de la ciudadanía y de saber interpretarla en positivo. El referéndum es también un mecanismo para hacer madurar a la ciudadanía y convertirla en responsable de sus propias decisiones. El futuro no pasa por aferrarnos conservadoramente al statu quo, sino por estar dispuestos a cambiar a partir de la voluntad de una ciudadanía responsable. Y para ello la democracia es el camino; en realidad, el único camino. ¿Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Deusto
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Por Eduardo J. Ruiz Vieytez
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2014-10-15T00:00:00
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