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Del Nihilismo Generacional a la Guerra Santa - Deusto Knowledge Hub Explorer

Del nihilismo generacional a la guerra santaROSARIO MOREJÓN SABIOPROFESORA DE INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN CONTEXTOS SOCIALES, UNIVERSIDAD DE DEUSTOUna vez que las asociaciones musulmanas se movilizan contra la reducción del islam al yihadismo, que los Gobiernos europeos reforman sus legislaciones antiterroristas, ahora que buena parte de la comunidad internacional se ha comprometido en la coalición liderada por Obama para hacer frente al avance del Estado Islámico y de Levante (ISIS), cabe preguntarse por qué una parte de la juventud europea, australiana, canadiense o malaya se une al terrorismo islámico.Si la genialidad de Bin Laden había sido crear y poner en funcionamiento una organización desterritorializada, auténticamente global en sus acciones, reclutamiento y su comunicación, capaz de sobrevivir a las campañas terrestres de los estadounidenses (Afganistán, Irak), el Estado Islámico -EI, avatar de AlQaidaha extraído las conclusiones del fracaso de ésta. Su efectiva propaganda le ha situado en el mismo plano que un Estado y torpemente se le ha otorgado una legitimidad que no tiene. Hemos caído en el error de dejar que se presente como una alternativa mundial a Occidente. Su régimen organizativo seduce y permite absorber a muchos más voluntarios que el sistema predecesor: sangre y acción inmediata, fama frente a células durmientes, viajes iniciáticos a Chipre o Egipto.Asistimos a la radicalización de una franja de jóvenes ya de origen musulmán, ya conversos, orgullosos -desde Ceuta a Saint-Denis, desde Ottawa o Weymouth a Kuala Lumpurde tener por fin un sentido: la purificación de la senda de Alá. Estos jóvenes no están integrados en la comunidad musulmana; no son el producto de las prédicas salafistas en las mezquitas; son ante todo los hijos de Internet. En Francia, desde hace más de un año, familias musulmanas, abrumadas, piden ayuda a la policía y servicios sociales para que impidan a sus hijos e hijas irse a Siria tal como otros padres solicitan a las autoridades ayudas contra las drogas, el absentismo escolar o las desviaciones violentas. Los llamamientos de las comunidades musulmanas contra el EI, su incomprensión del fenómeno, prueban que estamos ante una dimensión generacional del conflicto.La tentación terrorista que merodea a la juventud, vía redes sociales o grupos de acción como Islam4UK, no puede reducirse a clichés trasnochados: jóvenes de extrarradios que se vuelven devotos reislamizadores porque tienen problemas de identidad, de integración y menosprecian a sus familias. La radicalización no es un problema de suburbios; atañe a medios sociales diversos (véase Leech Rob, Mi hermano, el islamis-ta, 2011; Mi hermano el terrorista, 2014). En la mayor parte de adeptos al EI hablamos de padres de segunda generación de emigrantes, responsables del destino de sus hijos. Todos habían previsto una vida mejor a este lado del Mediterráneo; hoy lloran cuando sus vástagos desde un cibercafé de Raqqa, la capital del proclamado Califato de Levante, gritan no volver jamás a sus casas impías.Existe un nihilismo generacional que afecta a los jóvenes arrumbados por la globalización, atrapados en la red y fascinados por la muerte. El ardor por la barbarie no es exclusivo del EI. Su estudio nos remite a una genealogía común que desvela un nihilismo suicida sin distinción de sexos, clase social u origen. El fenómeno desborda la esfera musulmana. Ahora bien, la aportación del Estado Islámico es la de proveer a estos jóvenes de un verdadero territorio, un recital de heroísmo y la garantía de portadas en los medios.Dicho esto, los simpatizantes del EI saben que su alistamiento en la organización les exige la identificación con una forma específica de asumir la vida, de aceptar la guerra y la muerte. Dadas las edades, niveles culturales, los canales de información, consultas y diversión frecuentados por estos militantes de los movimientos político-religiosos del fundamentalismo suní, nada nos lleva a pensar en ellos como personas manipuladas, usadas por regímenes fanáticos como medios de la acción político-militar. Tal enfoque -si exceptuamos a algunas niñas y niñosequivaldría a excusar sus comportamientos y en su condición de instrumentos descargarles de la responsabilidad por sus decisiones y sus acciones. Al negarles tal responsabilidad, les negamos a su vez la condición misma de sujeto y al disculpar unos comportamientos objetivamente crueles y malignos se les despoja de su condición de actores políticos.Se hable de un acto de fe, de un lavado de cerebro, de un centrifugado de la voluntad, los chicos y chicas ganados para la revolución islámica a través de manipulaciones afectivas o no deben asumir las consecuencias de sus acciones como plenos activistas políticos. Por muy diversos que sean los móviles que les empujan a tomar las armas en defensa de sus convicciones no por ello se anula su libre albedrío, ni su conciencia de las capacidades a emplear, de las tácticas, estrategias o alianzas necesarias, ni mucho menos su responsabilidad política. Los combatientes del fundamentalismo islámico de 16 a 25 años son conscientes de los procesos político-religiosos y militares emprendidos en favor de su proyecto de liquidación de la democracia y el laicismo.Es preciso desinflar la atracción por el yihadismo. Solamente en estrecha colaboración con las familias y las escuelas se vigilará el ideal terrorista del integrismo islámico: su exaltación de la muerte, de la gloria del islamikaze sin fronteras, del odio por los infieles y su defensa de la guerra santa hasta restaurar la unión política de la comunidad islámica: el poder teocrático del Califato. El control de las redes sociales y las medidas policiales parecen insuficientes para enseñar que la pugna entre el país de los puros y la civilización occidental no engrandece al islam ni al mundo de Voltaire.

Rosario Morejón Sabio

2014-11-21T00:00:00

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