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Pedir Perdón en Serio - Deusto Knowledge Hub Explorer

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d15a6074-7efd-3017-9c39-edb0c3f07d5c
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Pedir Perdón en Serio - Deusto Knowledge Hub Explorer
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Pedir perdón en serioXABIER ETXEBERRIA MAULEONDIRECTOR DEL CENTRO DE ÉTICA APLICADA DE LA UNIVERSIDAD DE DEUSTOAnte el inacabable afloramiento de gravísimos casos de corrupción entre los políticos, están empezando a multiplicarse las peticiones de perdón a los ciudadanos por parte de estos. Lo que es considerado por unos como insuficiente y por otros como desviación (interesada) del camino que deben recorrer. Por mi parte, defiendo la posibilidad y las relevantes potencialidades de un perdón con sentido y alcance secular y situado en el espacio público. Pero con tal de que sea auténtico. A quien por propia iniciativa pide perdón tenemos derecho a exigirle esta autenticidad, a demandarle que sea moralmente honesto, a que no contribuya a desprestigiar esta categoría delicada. Pretendo aclarar en lo que sigue lo que esto supone.Para empezar, se pide perdón no por lo que han hecho otros -de nuestro gruposino por lo que hemos hecho o hemos dejado de hacer nosotros en el campo de lo que nos correspondía hacer por nuestra representatividad pública, habiendo sido ello causa de un daño injusto a terceros. Al reconocerlo públicamente nos autoasignamos responsabilidad moral por ello, en el grado ajustado a la realidad, ni más ni menos. Pudimos, en su versión menor, ser ignorantes de lo que pasaba pero sabemos que hay ignorancias culpables; y, en cualquier caso, ello no evita el hecho de que el mal ocasionado, aquí a los ciudadanos -en especial a los más castigados por la crisisy al sistema democrático, está ahí y está ligado a nuestra conducta.A quien pide perdón es lo que le importa decisivamente. Siente dolor psico-moral no por los perjuicios que se ha causado a sí mismo, que pueden ser merecidos, sino por el daño que ha ocasionado a las víctimas. Su mirada primaria está dirigida a estas, las reconoce como víctimas suyas, y se lo quiere decir así. De hecho, si de verdad pide perdón es porque ha dejado de ignorarlas, quizá debido a que de algún modo se ha sentido forzado -en el más noble sentido del términoa verlas. Si esto no se da, su petición no es de hecho petición de perdón aunque lo parezca, es estrategia interesada y engañosa que falsea lo que el perdón es. Es, intencionalmente, lo opuesto, revictimación.Evidentemente, este impacto de las víctimas provoca en quien pide perdón sentimientos intensos. Pero no el de escandalizarse, ni el de indignarse, ni el de hastiarse por la corrupción galopante, porque estos son sentimientos de los ofendidos, no de los ofensores y responsables. Sí, en cambio, el de avergonzarse, pero no a la manera de vergüenza ajena, sino de vergüenza moral propia: la que es fruto de la acogida de la mirada legítimamente acusadora del otro, la que es sensible a la verdad de sufrimiento que revela.Ahora bien, pedir perdón no implica únicamente asunción, por quien lo pide, de lo acontecido, tanto en su verdad fáctica como moral, con la correspondiente vivencia de emociones enraizadas en convicciones de justicia que él no ha tenido en cuenta. No supone solo manifestar todo ello ante quien ha sufrido el daño. Implica además disposiciones y motivaciones para la acción. Están exigidas por la propia dinámica interna de lo que la demanda de perdón es en sí; esto es, si no se dan, esa petición queda truncada, falseada de nuevo, al no integrar sus frutos.En concreto, al decir del pedir perdón debe acompañar: una contundente deslegitimación de la acción dañosa efectuada, aquí de la corrupción, o de su ocultación, o de su facilitación, o de la falta de vigilancia, o de la no prevención eficaz, etc; una voluntad de no repetición, de transformación de conducta de quien pide perdón en cuanto persona y responsable público; una reparación proporcional al daño injusto, en su dimensión económica (comenzando por la devolución de lo apropiado indebidamente) y en su dimensión de toma de medidas políticas y jurídicas (incluyendo las dimisiones que se precisen), que restaure en lo posible a las víctimas y fortalezca la democracia.Es evidente que si pedir perdón está motivado por el reconocimiento sincero de haber causado daño injusto, solo deja de ser hipócrita cuan-do incluye todo esto. En qué decisiones tiene que concretarse no es algo que lo diga la dinámica misma del perdón -en este sentido, no puede sustituir un adecuado discernimiento político del qué hacer, aquí ante la corrupción, implicando una auténtica deliberación pública-. Ahora bien, que ese pedir perdón empuja con contundente motivación hacia ellas, por lo que es en sí y no como algo añadido y externo a él, resulta manifiesto. Expresar la petición de perdón no es, por eso, un punto de llegada («lo he pedido y asunto concluido»), es un punto de partida.Quien pide honestamente perdón vivencia todo esto con espontaneidad. Aunque también con intenso trauma interior. Pero el fuerte revulsivo que supone para él acaba siendo restaurador, en su condición de persona y de ciudadano.En la medida en que haya delito de por medio quedará pendiente la reasunción por parte de la justicia penal de todo esto. No puedo entrar aquí en esta cuestión. Me limito a apuntar que, a nivel personal, el pedir perdón en las condiciones señaladas prepara para el afrontamiento personal adecuado de esta justicia; y que, a nivel público general, el que se puedan dar arrepentimientos sinceros y efectivos en quienes han hecho daño injusto, debe empujarnos a la búsqueda de modalidades de justicia restaurativa. Pero, repito, no es este el tema de estas líneas, que solo tienen la pretensión de ayudar a una comprensión ajustada, y sobre todo a una práctica honesta, decente, de la petición de perdón en el ámbito público.
Author
Xabier Etxeberria Mauleon
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Date Released
2014-11-22T00:00:00
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