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Tiempos de Incertidumbre - Deusto Knowledge Hub Explorer

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Tiempos de Incertidumbre - Deusto Knowledge Hub Explorer
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Tiempos de incertidumbreYa no queda duda de que el modelo occidental se tambalea. Fue ayer pero parece fruto de un pasado remoto que seguridades y creencias sustentadas a lo largo de un período relativamente estable nos han abandonadoPENSÁBAMOS que habíamos llegado a alcanzar una estabilidad, un orden social del que únicamente se podían esperar mejoras a futuro, sin entender lo que machaconamente la historia se empeña en recordarnos una y otra vez: que las transformaciones y cambios provocan inevitablemente desajustes y alteraciones derivadas de la irrupción de nuevas fuerzas emergentes, y que la idea, por otra parte extendida, de que los cambios solo son graduales y en sentido ascendente, no son más que una reificación de una necesidad de seguridad que late incesantemente detrás de una visión estática de la existencia.Posiblemente imbuidos por mecanismos ancestrales, tenemos mucho miedo a incluir conceptos como conflictos, desajustes en el análisis de los acontecimientos y desafíos que nos esperan. Somos mucho más dados a mantenernos en situaciones llamémoslas ¿civilizadas y tratamos inconscientemente de edulcorar los conflictos a los que nos vemos arrostrados, producto de los grandes desafíos actuales. En el fondo, de una forma u otra, somos deudores de una lectura mítico-religiosa (salvífica, añadiría), según la cual la historia de la humanidad está llamada a alcanzar una especie de happy end, siguiendo una especie de visión hegeliana en la que la racionalidad (logos)debe desplegarse hasta sus últimos confines. Nos cuesta mucho entender que ese supuesto final feliz dependerá mucho más del ejercicio responsable de nuestra libertad que de una especie de determinismo cultural o tecnológico ínsito en la propia existencia humana. Viene lo anterior a cuento porque acabo de terminar el excelente libro La sociedad de coste marginal cero del pensador (creo que es la mejor forma de catalogar a este prolífico personaje) Jeremy Rifkin. Y un diagnóstico tan inquietante como el que el autor presenta nos produce una situación de ambivalencia. Por una parte, nos reconforta saber que en un horizonte no muy lejano vamos a asistir a una serie de transformaciones provocadas por la irrupción de las nuevas tecnologías en todos los sectores de actividad, hasta el punto de arrumbar el modelo actual de sociedad en beneficio de lo que Rifkin llama el ¿procomún colaborativo en clara línea ascendente en el sentido corriente del término progreso. Pero, al mismo tiempo, nos advierte de los irremediables cambios a los que estamos sometidos, que provocarán un incremento notable de los conflictos políticos y sociales. El autor, en clara sintonía con una visión materialista de la historia, propugna el agotamiento de la sociedad capitalista basada en la sociedad privada y la emergencia de la sociedad basada en la propiedad comunal (procomún collaborative). Tal y como Rifkin afirma, ¿estamos asistiendo al final de las organizaciones verticalmente integradas que acaparan una ingente cantidad de poder.Pero estaría mintiendo si no dijese al mismo tiempo que no es menos cierto que el autor, de forma muy aguda y sugerente, nos va introduciendo en cuestiones que, en este momento de profunda incertidumbre, tienen una especial relevancia; mucho más inmersos como estamos en una situación de profunda crisis material y moral en la que todos tratamos de forma desesperada de encontrar asideros que nos permitan sobrevivir de forma digna. Es por ello que sus predicciones no solo resultan inquietantes sino que descolocan la óptica con la que abordamos los problemas de la actualidad, tanto desde el bando de los que están cómodamente instalados y que siguen reivindicando las viejas recetas neoliberales, como de aquellos que piensan que es posible la vuelta al Estado del Bienestar en el que hemos vivido durante varias décadas. Una de las principales conclusiones que se desprenden de la lectura de la obra de Rifkin es la convicción de que estamos en un momento crepuscular, límite, en el que la adecuación de las viejas estructuras basadas en integración vertical y el control de ingentesrecursos está siendo cuando menos cuestionada por la irrupción de las nuevas tecnologías. ¿Qué consecuencias tiene desde su punto de vista Algunas muy inmediatas. En este ínterin en el que vivimos, vamos a asistir a una profunda inestabilidad provocada por el desafío que las tecnologías provocan en las grandes corporaciones. Desafíos de una tecnología que amenaza con socavar los cimientos de una situación de oligopolio de facto, en un contexto en el que, por otra parte, además de la desigualdad generada por el retroceso de trabajo frente al capital, aquel va siendo sustituido progresivamente por la tecnología. Todos los países más avanzados muestran la existencia de una relación inversa entre el incremento de productividad y el empleo. Consecuentemente, a pesar de la manida frase de los políticos de que por encima de porcentaje del PIB (2%) aumenta el mercado de trabajo, es una hipótesis irreal que no tiene ninguna verosimilitud. La situación es precisamente la inversa, las altas tasas de productividad están generando una disminución importante de mano de obra directa. Como ejemplo, Rifkin destaca cómo Estados Unidos, a pesar de que en 2012 se había recuperado de la crisis del 2007-2009 y la producción real habá aumentado en un 2,2% respecto a esa fecha, el empleo había descendido en 3,84 millones de trabajadores. Si al dislocamiento entre productividad y empleo unimos los conflictos derivados por el control de la tecnología, tenemos el cuadro completo. Como afirma otro visionario americano, Jaron Lanier, en su libro ¿Quién controla el futuro , la capacidad de control de las TIC, su acceso libre o restringido, va a determinar el tenor de los nuevos conflictos en escena en una sociedad en el que la posibilidad de establecer censuras de facto en el acceso a los big data va a determinar el grado real del ejercicio de la libertad y de la relación entre lo político y el sistema económico. Es por ello por lo que el futuro presenta una cierta desazón. No tanto por desconfianza en que la tecnología tiene una potencialidad para resolver un sinfín de problemas que la humanidad tiene planteados desde tiempos inmemoriales cuanto por la profunda convicciónEs necesario adelantarse a los retos de una sociedad en la que la fuerza de trabajo disminuye en cantidad y calidad, debido a la inercia demográfica y la irrupción drástica de las nuevas tecnologíasde que la revolución tecnología en la que estamos inmersos va a generar profundos sobresaltos, desajustes, sobre todo en lo relativo a los modelos organizativos emergentes, a los intentos de impedir que la creatividad y el despliegue de la misma se despliegue en la medida que amenaza seriamente a las grandes corporaciones que controlan sectores estratégicos: energía, finanzas, medioambiente¿ La demanda interpuesta por el gigante alemán RWE ante la comisión de arbitraje del Banco Mundial en relación a las renovables contra el Gobierno español no es sino un indicador de esta lucha por el control. Pero, a pesar de ello, no hay vuelta atrás. Estamos en los umbrales de un tiempo nuevo en el que tenemos que repensar seriamente todas nuestras categorías. Es necesario adelantarse a los retos que plantea una sociedad en la que la fuerza de trabajo está disminuyendo en cantidad y calidad, debido por una parte, a la propia inercia demográfica (el peso de las cohortes de edad fuera del mercado de trabajo cada vez es mayor); y por la otra, a la irrupción drástica de las nuevas tecnologías que reduce la capacidad de inserción laboral hasta límites hasta hace poco insospechados. Como dice Evgeny Mozorov en un reciente artículo, corremos el riesgo de pasar de la utopía digital al choque social a medida que ¿las categorías sociales aplastadas comiencen a convertir su cocina en un restaurante, su coche en un taxi y sus datos personales en un activo financiero¿ (Le Monde Diplomatique, agosto 2014). Consecuentemente, no queda la más mínima duda de que debemos repensar el Estado de Bienestar. No para apoyar un desmantelamiento salvaje tal y como las fuerzas del mercado propugnan, sino para buscar ese punto de equilibrio que combine, por una parte, las necesarias transformaciones para hacer frente a los desafíos tecnológicos y materiales en los que estamos insertos para, por la otra, encontrar mecanismos de redistribución necesarios en una sociedad en la que cada vez un menor número de personas van a contribuir a la creación de riqueza, más allá de los cantos de sirena de los políticos oportunistas. Me temo que esperan tiempos duros. Hasta las elecciones vamos a asistir a un ejercicio deliberado, basado en una ceremonia de la confusión perfectamente orquestada y difundida mediáticamente, que es directamente proporcional al grado de incertidumbre y de no-control sobre determinadas fuerzas políticas que se escapan al dominio que los poderes fácticos tradicionalmente han ejercido sobre el sistema político.* Profesor de la Universidad de Deusto
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Por Jon Leonardo
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2015-01-29T00:00:00
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