Muerte, Verdad y Esperanza. En Memoria de Alfredo Tamayo Ayestarán - Deusto Knowledge Hub Explorer
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Title | Muerte, Verdad y Esperanza. En Memoria de Alfredo Tamayo Ayestarán - Deusto Knowledge Hub Explorer
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Notes | OBITUARIOMuerte, verdad y esperanza. En memoria de Alfredo Tamayo AyestaránPAMPLONA Pocos dÃas antes de fallecer, Alfredo me contaba cómo hizo de intérprete para el teólogo Hans Küng, en un seminario que organizó Gómez Caffarena en Madrid. Le servà un vasito de agua con gas, ¿una Vichy, que decÃa él para luego añadir ¿¡ambrosÃa¿!, con gesto agradecido, dando pequeños sorbos antes de seguir narrando, en tono afable pero crÃtico, sus experiencias con reputados intelectuales. Estuvimos charlando sobre el porvenir de la filosofÃa como carrera académica en España, lamentándonos ante la desvergüenza del actual Gobierno, que, provisto de incompetentes argumentos, perpetra un ataque directo a la investigación en el área de las humanidades en nuestro paÃs. No dejó de interesarse por la actualidad de los nuevos planes de estudio, las últimas obras publicadas o los proyectos personales de colegas, religiosos o no, a quienes seguÃa con atención. El ambiente fue distendido, pero la muerte, la verdad y la esperanza, ejes que habÃan conformado su vida intelectual y religiosa, llenaron la estancia como una trÃada melancólica de claroscuros que nos empaparon el ánimo.Encima del escritorio de su habitación, en la enfermerÃa de la Comunidad de la CompañÃa de Jesús de Loyola (Guipúzcoa), a pocos metros de la casa natal de San Ignacio, se acumulaban las cartas de antiguos alumnos, editores, decanos y amigos. El teléfono sonaba a diario. Impresionaba la lucidez con la que retrataba anécdotas y describÃa detalles de sus muchas discusiones y vivencias. Noventa años son muchos años. Una buena parte de ellos la dedicó al estudio. Verbigracia del jesuita ilustrado, Alfredo se cultivó profusamente. Estudió FilologÃa y literatura clásicas en varias universidades europeas, era doctor en TeologÃa por la Universidad de Innsbruck y en FilosofÃa por la Universidad Complutense de Madrid. Enseñó AntropologÃa y Ética en la Universidad de Deusto e Historia de la FilosofÃa y FilosofÃa del Lenguaje en la Universidad del PaÃs Vasco. Fue profesor además en varias universidades hispanoamericanas, de la mano de Ignacio EllacurÃa. Realizando sus estudios de filosofÃa descubrió al que serÃa uno de sus autoresmás influyentes y el que mayor poso dejó en su obra: Ernst Bloch. En su constelación intelectual figuraron otros nombres capitales, como Marx, Freud, Nietzsche, Wittgenstein, Heidegger, Fromm, Adorno y Kierkegaard, sin menospreciar nunca a los españoles Zubiri, Aranguren y Unamuno. La preocupación de Alfredo era combatir la recepción del cristianismo como ese ¿opio del pueblo destilado a la sazón por Bruno Bauer. De ahà que las discusiones existencialistas bajo el prisma marxista le resultaban de enorme interés. Su obra La muerte en el marxismo. FilosofÃa de la muerte de Ernst Bloch, publicada en 1979, nace de la reflexión sobre el aparente sinsentido de la muerte. Alfredo conoció a Ernst Bloch en septiembre de 1976, en su casa de Tübingen, e iniciaron un diálogo sobre los problemas polÃticos y religiosos de España. Por aquellos entonces, la obra de Bloch no era muy conocida en nuestro paÃs. A lo largo de las visitas que Alfredo hizo durante décadas a Austria, anualmente, pretendió dar a conocer la obra de Bloch y su filosofÃa de la muerte, que no era sino una invitación a profundizar en el utopismo marxista del Principio esperanza. Mas no resultaba suficiente con los vivos debates de salón. La fe debÃa sostenerse desde la realidad. ¿Malditos sean los que no toman partido nunca, manifestarÃa su amigo Gabriel Celaya. HabÃa que actuar contra la injusta preponderancia de la inmoralidad, que por desgracia se convertÃa en institución dentro de nuestras fronteras.Con gran generosidad, dedicó buena parte de sus artÃculos (algunos recogidos en su libro ¿Siempre de vuestro lado, presentado en Pamplona), actos públicos y conferencias a denunciar apasionadamente el atroz secuestro de la dignidad de las vÃctimas del terrorismo, que encontraba su sustrato nutritivo en el apoyo social que los asesinos recibÃan en el PaÃs Vasco. ¿La sociedad vasca tardará varias generaciones en curar la enfermedad moral de insensibilidad con las vÃctimas, sentenció Alfredo en más de una ocasión, para añadir que los cuarenta años de imperdonable degradación moral incluÃan un repugnante silencio del clero. Ésa era la verdad. Dolorosa. Que obligaba a mirarla de frente. ElAlfredo Tamayo Ayestarán. Foto: Javi Colmeneropadre Tamayo, como le llamaban afectuosamente tantos familiares de asesinados, todo un referente para las vÃctimas de ETA, nunca se sintió satisfecho con los logros conseguidos. ¿Lamentablemente -contaba hace pocosigue muy vivo eso que llamó Fromm el narcisismo grupal. Si España es un paÃs enfermo, tal dolencia era para Alfredo el nacionalismo fundamentalista, ese que el sabio judeoalemán Erich Fromm encuadraba dentro de una patologÃa que denominó ¿narcisismo de grupo de carácter maligno.Lástima grande que el odio, la ¿enfermedad del odio que dirÃa Bloch, ocupara y preocupara a más de una generación. Pero siempre queda abierta una pequeña rendija hacia la esperanza. La esperanza, como recordaba Alfredo, es un afecto o vivencia de espera positiva, a diferencia del miedo y el terror. Dilata el ánimo, no como el miedo y el terror, que encogen el corazón. Es uno de los sentimientos más humanos. La desesperanza, por el contrario, es inmovilizadora. Reflexionando con Alfredo sobre la muerte, la verdad y la esperanza, de pronto, una bonachona e inesperada sonrisa iluminaba sus ojos azules, en un gesto cómplice que suavizaba losrasgos de su enfermedad. ¿El optimismo es superficial e ingenuo; la esperanza es profunda, seria, provista de fundamento, decÃa.Director de la Escuela de TeologÃa de los EUTG y miembro presidencial de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, fue crÃtico también con la conciencia narcisista de la Iglesia Católica, parangonada con su ¿extra Ecclesiam nula salus (fuera de la Iglesia no hay salvación) y dedicó su vida a la contemplación filosófica de las grandezas y miserias humanas al tiempo que obró conjuntamente con su Órden en favor de los oprimidos.Y como telón de fondo de toda esperanza, la muerte. Ciertamente hay algo de violento, de irreductible, de no fácilmente integrable en la muerte, en el hecho de morir. Tamayo creÃa que la muerte es una cosa muy seria. La muerte no era para él algo racionalizable sino la mayor antiutopÃa. Pero se resistió contra el concepto de la muerte como final absoluto. Tal vez la clave de dicha oposición yacÃa para Alfredo en un rebelarse contra la muerte como final radical, que no serÃa cuestión de individualismo egoÃsta sino de dignidad personal. Recordemos sus palabras:¿A mà me impresiona comprobar cómo un ateo radical como Ernst Bloch se rebela contra la muerte., dice, no es cuestión. Es cuestión de dignidad personal. Bloch protesta contra la ontologación de la muerte llevada a cabo por Martin Heidegger, contra la petrificación por su mirada medúsica. Lo humano no es la muerte, es la vida.La última vez que hablé con él, le despedà en un austero sillón de su cuarto en la residencia. Mostraba un gesto paciente pero dolorido, tranquilo. De aspecto germánico, rubio y bien erguido, vestÃa una chaqueta americana verde oscura y seguÃa siendo el exigente profesor Tamayo, que a muchos alumnos inspiró genuina admiración por el lenguaje y las ideas. Cincuenta años de docencia a sus espaldas esculpieron una impronta de autoridad, pavimento de templada sabidurÃa y estoica moral que bien pudo costarle la vida en los tiempos duros del terrorismo.Valiente por oficiar misas en memoria de personas asesinadas por ETA -cuando casi nadie más se atrevÃay por denunciar la corrupción moral de quienes se amigan con el terrorismo; crÃtico con la Iglesia; insobornable al desencanto; recto en su hacer y en su decir, ha fallecido un hombre cuya fe en la esperanza era un principio, como para su admirado Bloch. Un sacerdote alejado de dogmatismos, un teólogo abierto a la discrepancia, un filósofo, un profesor, humanista y católico ilustrado.¿La experiencia de la propia muerte -escribÃa Alfredono es algo sustancial. En cambio la muerte del otro me revela el fondo de la experiencia mortal. La muerte de los que amamos. No simplemente la muerte de los otros. Es normal que nos embargue la tristeza. El otro se aparta radicalmente de mÃ.Alfredo se ha apartado radicalmente de nosotros. Se justifica que nos embargue la tristeza. Pero su obra y su ejemplo permanecen en nuestra memoria. Y no hay mayor esperanza que aprender del buen trabajo de hombres que, viviendo antes que nosotros, marcan un surco, un pequeño y humilde sendero por el que discurrir juntos mirando hacia el futuro.Luis Cortés Briñol
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Date Released | 2014-10-31T00:00:00
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