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El Hombre Múltiple y Necesario - Deusto Knowledge Hub Explorer

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El Hombre Múltiple y Necesario - Deusto Knowledge Hub Explorer
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El hombre múltiple y necesarioHace cien años nació Julio Caro Baroja, un intelectual con una vida muy ligada al País VascoFÉLIX MARAÑADiversas instituciones conmemoran en estas fechas el centenario de uno de los intelectuales más preclaros del siglo XX, a quien Ortega y Gasset trataba de tú, como signo de afecto, y Unamuno distinguió con su amistad en su juventud: Julio Caro Baroja. Un sabio cuya vida y obra está ligada a la historia del País Vasco, aunque se extienda a materias, áreas e ideas de la cultura universal, principalmente en la historia de España. Ninguna de las ramas del saber le fue ajena, desde la literatura, la ciencia o la economía, hasta la música o la pintura. En San Sebastián, ciudad a la que estuvo ligado de manera especial, realizó su primera exposición pictórica en 1976, en la galería B, de la calle Prim.Julio Caro Baroja nació en Madrid el 13 de noviembre de 1914 y murió en el caserón familiar de Itzea el 18 de agosto de 1995. Está enterrado en el cementerio de Bera de Bidasoa, en la sepultura familiar. Se cumplía así su voluntad pues, si bien expresó siempre apego por sus vivencias en Madrid o Italia, de donde procedían dos ramas de su familia, tanto paterna como materna, quería ser enterrado en tierra vasca. Lo había dicho en su libro de memorias familiares, Los Baroja, mientras describe Itzea: «¿Y el oír la lluvia menuda, pertinaz, desde la cama una noche de primavera Si pienso en mí como si fuera un muerto, creo que por mis ideas debo estar en el Cementerio civil de Madrid, con mi tío Pío. Pero físicamente me gustaría ir al cementerio de Vera, frente al Bidasoa, con mis abuelos y mi tío Ricardo. Porque la tierra, la tierra vasca, ata al que ha pasado su niñez sobre ella, y aunque no haya estado acorde con lo que piensan y sienten muchos de sus pobladores. Es la tierra madre por excelencia: severa, dulce. Sin pretensiones».ITZEA, UNIVERSIDAD FAMILIAREn ese caserón, que compró Pío Baroja en 1912, se conjugaron los mejores recuerdos de la excelente trayectoria intelectual de una familia en la que han descollado todos sus componentes, en plural, como referencia de modernidad, expresión de liberalidad y noción de pensamiento. Lo barojiano se entiende hoy como paradigma de un espíritu independiente, que ha marcado, desde la creación literaria (Pío), la visión plástica (Ricardo), la interpretación de la cultura material y mental (Julio Caro), la incorporación de la misma noción de vida al discurso de la historia. La obra de los Baroja, en su conjunto, es y será una referencia insoslayable para interpretar vida y sentimientos en la cultura de nuestro tiempo y recurso para entender la relatividad de la propia cultura, y aún de la vida misma.Caro Baroja, que representa todo ese mundo, realzándolo en su obra, tenía unos antecedentes familiares que han sido todo en la historia de la cultura vasca de los dos últimos siglos, fundamentalmente en Gipuzkoa. Desde que Rafael Martínez de Baroja se instalara en Oiartzun, donde desplegó una actividad editorial y de imprenta, así como periodística, la saga de los Baroja representa el desarrollo de la imprenta y la edición, tras instalarse en San Sebastián tres de sus hijos, Ignacio, Ramón y Pío Baroja. En sus imprentas se publicaron periódicos y cientos de libros, algunos de especial significado, como son las obras de Iztueta en euskera, o la primera edición de la Historia de la Revolución, de Thiers. La imprenta Baroja fue una verdadera embajada cultural abierta al mundo, desde antes del incendio de 1813, en cuyo ambiente creció Serafín Baroja, ingeniero, músico, periodista, escritor y dibujante. Su hermano Ricardo fue al mismo tiempo director del periódico El Urumea.Julio Caro Baroja heredó de su abuelo Serafín el gusto y el valor del más variado cultivo de las artes, como de su padre, Caro Raggio, editor, y de su madre, Carmen, escritora, en cuyas memorias constata ésta el profundo afecto que tenía por sus hijos, Julio y Pío, escritor también y cineasta, autor de algunos libros sobre la familia, singularmente sobre su abuelo Serafín, o sus guías de Itzea y de Pío Baroja, que ayuda a comprender esa constelación de inteligencia y cultura que ya retrató el propio Caro Baroja en las memorias familiares.Además de todas esas enseñanzas de su tradición familiar, en Caro Baroja sobresalió desde niño su curiosidad por el conocimiento y su raciocinio, actitudes que le llevaron a escribir una obra intelectual compleja y de rigor, extensa por la cantidad de libros, estudios y artículos críticos, que en cualquier otra cultura de nues-Julio Caro Baroja ante Itzea, la casa familiar en Bera. :: USOZl1mCaro Baroja, en el estudio con su tío Pío. ::dvtEl etnólogo conversa con Jorge Oteiza. ::efetro tiempo más parecería la obra de un equipo, que la de un solo investigador. Repasar tan sólo la bibliografía general que realizó en 2008 Antonio Carreira basta para comprender la magnitud de su obra y pensamiento, algunos de cuyos ensayos, como Los Vascos, alabado por Luis Mitxelena, son manuales de referencia histórica fundamental.De aquella curiosidad para comprender y explicar el mundo, surgirán estudios, publicaciones, libros con ideas, análisis y sugerencias originales acerca de usos, costumbres, ciencia, tecnología, etnografía, folklore, literatura popular, antropología social en suma. Materias para acercarse con propiedad a la mitología, las falsificaciones de la historia, el cocimiento en España de las minorías y marginados (judíos, gitanos, brujas...), de la población, la ciencia y la tecnología.UNA TRADICIÓN LIBERALCaro Baroja estudió de niño en el Instituto Escuela, dependiente de la Institución Libre de Enseñanza, en la que colaboraba su madre, Carmen, teniendo como profesora de letras a la vasca María Goiri, conocida más por ser la esposa de Menéndez Pidal que por su gran obra científica y pedagógica. Goiri calificó así al niño que iba para sabio: «Inteligente. Gran cultura literaria», lo que no debía extrañar viniendo de donde venía. El espíritu liberal que aprendió en su familia y en la institución, le llevó a decir en muchas ocasiones que él había aprendido en casa a ver lo bueno de los demás, con independencia de quién fuera su portador. Todo ello, unido a un sentido progresivo de la historia, le movió a reconocer y considerar a los grandes maestros en la materia y las ideas, por encima de sus creencias o actitudes religiosas o políticas. Fue su tío, el novelista Pío, quien le recomendó a José Miguel de Barandiaran para que Caro Baroja se incorpora al aprendizaje de campo con el propio Barandiaran, Aranzadi y Eguren. Con el tiempo, el historiador afirmará que en unos meses con estos prohombres, en una cueva de Carranza, en Bizkaia, había aprendido más que en las aulas de la Universidad de Madrid, donde en 1941 llegaría a doctorarse con una tesis que marca su futuro científico: Viejos cultos y viejos ritos en el folklore de España.Pero su querencia por la investigación, unida al análisis, le viene de la misma pubertad. Así, el joven observador, atento, presto al análisis, da a conocer con tan sólo quince años su primer estudio sobre la casa en Lesaka, que se publica en el Anuario de Eusko Folklore. Con sólo veinte, impartirá una conferencia el Museo de San Telmo de San Sebastián, en la que Barandiarán hace especiales elogios de aquel jovencito intelectual, y felicita a su madre por la brillantez de su hijo, como ésta recuerda orgullosa en sus memorias. Fue ella también la que influyó en la opción de su hijo Julio por la investigación social.Lo confirmará Caro Baroja en otro pasaje de su libro de memorias familiar, verdadero tratado de antropología: «El Destino ha hecho que en miBIBLIOGRAFÍA SELECTA Los vascos (1949) DE JCB Estudios saharianos (1955) Las brujas y su mundo (1961) El mito del carácter nacional (1970) Semblanzas ideales (1972) Los Baroja (memorias) (1972) Ritos y mitos equívocos (1974) Cuadernos de campo (1979) (Ilustrado con dibujos propios) El carnaval (1979) Ensayos sobre la cultura popular española (1979) Introducción a una historia contemporánea del anticlericalismo español (1980) Los vascos y el mar (1981) La aurora del pensamiento antropológico (1983) El laberinto vasco (1984) Disquisiciones antropológicas (1985) Fantasías y devaneos (1985) (Ilustrado con dibujos propios) Los fundamentos del pensamientos antropológico moderno (1985) Magia y brujería (1987) vida, tanto intelectual como afectiva, hayan confluido corrientes de muy distinto origen, y, si se quiere, difíciles de unir. Por un lado he tenido fuerte conexión con hombres del País Vasco, muy metidos en la vida de aquél, muy católicos, conservadores en ciertos aspectos esenciales y opuestos a lo que podía representar mi propia familia. Pero dentro de ella tuve el privilegio extraordinario de aprender a apreciar el mérito donde estuviera. Esta es la base de todo Liberalismo verdadero, con independencia de la ergotización política, que nunca me ha interesado. Vida vasca, vida vinculada a la familia materna de un lado: liberal en esencia. Vida madrileña de otro». Caro Baroja presumirá de por vida de haber tenido como maestros, por un lado, a Barandiarán, Azkue o Julio de Urquijo, y a Giner de los Ríos, Cossío y los maestros de la Institución Libre de Enseñanza, por otro.En 1983, Barandiarán hará un elogio de su alumno Caro Baroja en estos términos: «Sus principios fueron conmigo, pero me ha sobrepasado de forma vertiginosa. Su actividad es asombrosa y su obra, extensa como la de muy pocos. En el País Vasco se le aprecia muchísimo y ésa es la mejor justicia que se le puede hacer, porque difícilmente se encontrará a nadie que no esté de acuerdo con lo que ha escrito y publicado». Pero hubo críticas, como veremos.Aunque Caro Baroja no formó escuela de investigadores, al no estar vinculado a una cátedra universitaria, lo cierto es que son muchos, él incluido, quienes entienden que esa distancia con relación a la Universidad es lo que le permitió hacer una obra sin resabios y amaneramientos. De ello se dio cuenta Caro Baroja en el poco tiempo que fue profesor en la Universidad de Madrid, pero otras universidades del mundo, como Coímbra, Wisconsin, o la Escuela Práctica de Altos Estudios de París, en donde fue director de estudios de Historia social, reconocieron su sabiduría. Lo mismo ocurrió en la Universidad de Deusto, que le encargó algunos cursos de suma importancia como el impartido en 1974, Introducción a la historia social y económica del pueblo vasco.En 1984 fue nombrado catedrático de la Universidad del País Vasco, en su Facultad de Filosofía de San Sebastián, reconocimiento que le debía la institución, por su dedicación a los estudios vascos. Caro Baroja dirigió la revista RIEV, presidió la delegación en Corte de la RSBAP, y el comité especial del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, en 1979, junto con Eduardo Chillida y Mariano Larrandia, pues el festival pasaba por una seria crisis, asumiendo esta responsabilidad, para que el Festival no desapareciera. Con aquel motivo, Caro Baroja publicó un artículo, Festival y democracia, en el que afirmaba: «El Festival debe serLos mundos soñados de Julio Caro Baroja (1989) (Ilustrado con obrapropia) Las falsificaciones de la historia(1992) Las veladas de Santa Eufrosina (1995) (Narrativa y magia) un centro de observación y de experimentación, un observatorio. Pero también debe cultivar lo placentero y lo jocundo. Hay que devolver a nuestra sociedad algo de aquella alegría de vivir que sin duda tuvo en otros tiempos». Y es que Caro Baroja tenía por el cine especial afecto y conocimiento, que nos hace recordar los documentales realizados junto con su hermano Pío como Gipuzkoa, o Navarra, cuatro estaciones, entre otros muchos reportajes cinematográficos.EN EL LABERINTO VASCOEn 1984, y tan sólo por unos meses, Caro Baroja fue miembro del consejo de Administración de EiTB. Considerándose a sí mismo como un dimisionario, dejó el cargo, al ver que toda la programación era asunto de ejecutivos, y entender, como declaró, que «si todo estaba hecho, ya me dirán para qué he venido yo aquí». Tal era su espíritu independiente. Ese mismo año publica uno de sus libros más polémicos, El laberinto vasco.Aunque los libros dedicados a la historia del pueblo vasco, como Los vascos (1949), Vasconiana (1957), Las brujas y su mundo (1961), Los vascos y la historia a través de Garibay(1972), El carnaval(1979), La casa en Navarra (1982), El laberinto vasco (1984), entre otros, explican no sólo esa tarea científica, sino el afecto de Caro Baroja por el país, algunos de sus juicios de El laberinto vasco recibieron duras críticas en algunos sectores políticos. Caro Baroja participó con espíritu colaborador no obstante en el II Congreso Mundial Vasco de 1986.En el referido libro hizo algunas afirmaciones que llamaban a superar todo desencuentro social y dejar de lado toda tentación excluyente, destacando este pensamiento: «Si hay una identidad hay que buscarla en el amor. Ni más, ni menos. Amor al país en que hemos nacido o vivido. Amar a sus montes, prados, bosques, amar a su idioma y sus costumbres, sin exclusivismos. Amor a sus grandes hombres y no sólo a un grupito de ellos. Amor también a los vecinos y a los que no son como nosotros. Lo demás, es decir, la coacción, el ordenancismo, la agresividad... ni es signo de identidad..., ni es vía para construir o reconstruir un país que pasa acaso por la mayor crisis de su Historia y que está muy desintegrado desde todos los puntos de vista... Y la única posibilidad de creer en unidades, identidades y cosas por el estilo es cultivar el amor».Caro manifestó siempre su preocupación por la «pasividad ante la violencia», y por el deseo de muchos de «justificar lo injustificable», y mostró su indignación, preocupación y desagrado (1983), por «la proyección del resentimiento que existe en este país».Las editoriales Txertoa y Lur han publicado los volúmenes de sus Estudios Vascos, en el segundo caso con carácter ilustrado.En una declaraciones que nos hizo para EL DIARIO VASCO en 1984, Caro insistió en la necesidad de remover ese estado de cosas, porque «la sociedad vasca debe apostar por la modernidad». «Hay que distinguir tanto en la vida pública como en la social -afirmaba-, la existencia de los hombres de fe y los de pensamiento. En una sociedad moderna parece que sería más conforme que el pensamiento, la discusión, el diálogo, estuviera por encima de la fe, pero por lo que veo en el País Vasco seguimos pensando que la fe es más importante que el pensamiento. Y esta es una constante que políticos y no políticos vascos tienen desde época pasada, porque el vasco ha sido un hombre de fes muy fuertes y estrechas. El pensamiento fuerte y ceñido ha sido obra de hombres concretos, porsu cuenta y sin contar con su condición de vascos, saliendo al exterior, viendo el país, y comparándolo, pero esto ha sido mal visto dentro. Ahí está el ejemplo de mi tío Pío o el de Unamuno, a quien traté de joven. La colectividad con una fe ha querido imponer siempre su criterio y el pensamiento individual es considerado aquí como algo sospechoso».£,t
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Félix Maraña
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2014-09-11T00:00:00
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