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Ellacuría y 25 Años de Evolución Económica - Deusto Knowledge Hub Explorer

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Título
Ellacuría y 25 Años de Evolución Económica - Deusto Knowledge Hub Explorer
Notas
FERNANDO GÓMEZ-BEZARESCATEDRÁTICO DE FINANZAS EN DEUSTO BUSINESS SCHOOLEllacuría y 25 años de evolución económicaHan pasado 25 años desde el asesinato de los mártires de la UCA en El Salvador, entre los que el jesuita Ignacio Ellacuría era su máximo representante. Cuando en 1988 fui por primera vez a la Universidad Centroamericana (UCA), yo era un jovencísimo catedrático de finanzas de la Universidad de Deusto, que por invitación de Ellacuría (rector de la UCA) fui a impartir un módulo de finanzas en la Maestría en Administración y Dirección de Empresas. Me alojé en la casa de los jesuitas y aproveché para conocer aquella realidad, estudiar, y compartir con ellos inquietudes sociales y económicas. Fue con Segundo Montes (otro de los jesuitas asesinados al año siguiente), Jon Sobrino y el propio Ellacuría con los que más oportunidad tuve de compartir ideas y deseos. Todos estábamos convencidos de que la realidad económica era injusta, sobre todo en países pobres como El Salvador; y coincidíamos plenamente en que habría que hacer cosas para remediar esa situación. Yo, con un punto de osadía dada mi edad y experiencia, les planteaba lo que siempre he manifestado, mi confianza en el mercado como sistema de asignación de recursos, y la necesidad de una autoridad que atienda lo que el mercado no cubre, lo regule y redistribuya la renta. Ellacuría rara vez entraba en la discusión: las recetas económicas eran cosa mía, y eso debía explicar en mis clases; pero Sobrino, bondadoso y apasionado, se mostraba más crítico y escéptico: el primer mundo vivía demasiado bien, y el tercer mundo demasiado mal. Los años que han pasado creo que le dan en parte la razón, y si bien algunos países, los llamados emergentes, están mejorando su posición, queda demasiado por hacer. En 1989, año de los asesinatos, volví a la UCA a dar mis clases. Los sistemas económicos alternativos al de mercado estaban en proceso de creciente descrédito, y la caída del Muro de Berlín ese no-viembre puede considerarse un símbolo de ese proceso. El sistema de mercado era el claro triunfador, si bien, simplificando, podíamos apreciar dos versiones: una más liberal, como era el caso de Estados Unidos, y otra con más participación del Estado, dando lugar al Estado del Bienestar, típico de la Unión Europea. Este último, sin duda, era y es mi modelo.Pero nuestro querido Estado del Bienestar, pasados 25 años, hace aguas por diferentes sitios, pues como modelo tiene problemas de adaptación a un mundo globalizado, y sus resultados, en aspectos importantes, no son los deseados: crece la desigualdad en los países ricos, se pierde competitividad y, por tanto, nivel de vida en nuestro entorno, o se deterioran los servicios sociales. Además se ha avanzado muy poco, casi nada, en la solidaridad internacional, de la que hablaba con Jon Sobrino: las desigualdades entre países son enormes, y solo nos preocupan (recordemos el caso del ébola o la inmigración ilegal) cuando los problemas nos llegan a casa.Hace 25 años yo coincidía con los jesuitas de la UCA en la necesidad de luchar contra la desigualdad económica y de buscar un modelo más justo. Yo creía tenerlo, un sistema de libertades, de derechos, al estilo europeo, al que se fueran añadiendo más países. Posteriormente he reflexionado mucho sobre la necesidad de una autoridad o pacto mundial que cuide por el medio ambiente, regule la actividad económica a nivel global o redistribuya la renta entre países: algo así como un Estado de los Estados que funcione según el principio de subsidiariedad.Pero 25 años después algunas piezas no encajan. Hemos avanzado muy poco en dotarnos de reglas comunes, y nos encontramos con que los más ricos o las empresas más rentables se escapan a paraísos fiscales, siendo los impuestos un pilar fundamental del sistema; por otro lado las administraciones públicas han gastado mucho y, a veces, muy mal, a la vez que crece la corrupción a todos los niveles, también entre los particulares; los servicios sociales parecen insostenibles y lo serán más con el alarmante envejecimiento de la población en nuestro entorno, a la vez que nuestra competitividad se deteriora.Sin ser pesimistas, hemos de reconocer que nuestro modelo no se encuentra en un momento feliz. Algunos proponen liberalización y recortes sociales (menos Estado del Bienestar, para ser viables y competitivos), otros parece que quieren devolvernos a la senda que terminó en la caída del Muro: mucha más intervención del Estado y socialización de la riqueza. El segundo camino no nos llevará más que a repetir los enormes errores del pasado, pero el primero hará a los pobres más pobres, y no es eso lo que queremos los que hemos tratado de seguir los valores de Ellacuría y de sus compañeros.Sigo apostando por el Estado del Bienestar, probablemente más modesto, con necesarios acuerdos internacionales, mejorando la ética de todos los agentes y cuidando la competitividad. Pero no va a ser fácil. Por mi formación, no puedo analizar con rigor el pensamiento filosófico y teológico de Ignacio Ellacuría; otros, como José Sols, ya lo han hecho. Pero los economistas sí podemos, y debemos, inspirarnos en sus valores para tratar de hacer un mundo más justo.
Autor
Fernando Gómez-bezares
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Fecha de creación
2014-11-15T00:00:00
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